La derrota en Puerto Madryn fue mucho más que un mal resultado para Luque. Fue una advertencia directa al viejo peronismo. Y tiene nombre y apellido.

El golpe en Madryn dejó al desnudo la debilidad central del armado de Luque: apostar por dirigentes que la ciudad ya no quiere. Carlos Eliceche volvió a escena como operador clave, y el resultado fue una paliza: 69% para Bowen, 31% para Luque. Apostar al pasado, rodearse de figuras sin tracción y repetir recetas viejas solo puede terminar así.

Eliceche prometió retirarse de la política, pero volvió una vez más. Y volvió a perder. Cada candidatura que apoya, fracasa. Puerto Madryn ya no lo reconoce como referente: lo ve como un símbolo del ciclo agotado que impide que otros crezcan.

Esta vez, su insistencia no solo lo hundió a él, sino también al candidato que intentaba instalarse como alternativa. La derrota fue doble: política y simbólica. El mensaje fue claro.

Madryn dijo basta. Basta de personalismos, de decisiones entre pocos, de nostalgia. El peronismo que viene exige nuevas caras, nuevas ideas y una manera distinta de construir. Ahora, la pregunta es si Luque y Eliceche están dispuestos a correrse para no seguir estorbando el camino.